Ninh Binh

 Ninh Binh, pueblo mágico

Con un inglés que parecía practicado durante mucho tiempo la señora de la pequeña villa me saludó, ya me estaban esperando. Minutos antes, tratando constantemente de conectarme a internet y de saber en dónde estaba y sobre todo si iba por buen camino me encontraba viajando en una especie de taxi o digamos un anexo al servicio de transporte que había contratado, el chofer sin ninguna palabra de inglés parecía perfectamente saber a dónde tenía que dirigirse. Al acercarme al poblado pude ver algunas personas mayores de edad haciendo algunos trabajos de agricultura, parecía que estaban sembrando arroz o algo asi, estaban metidos hasta las rodillas en pantanos y agachados sembraban las plantas que traían en un morral, todos ellos ataviados con los típicos sombreros vietnamitas, escena representativa de las áreas rurales de dicho país. 





Me parecía que había llegado a un ejido típico de las áreas rurales cercanas a mi ciudad, una carretera dividía el pueblo y había casas y tienditas a los lados de ella, algunos camiones o carros pasaban por esa carretera pero ninguno se veía que se detuviese en ninguna parte, en realidad no tenía idea de cómo era el pueblo hasta ese momento. Nosotros nos metimos por un camino que estaba semipavimentado, e internándose entre calles que estaban bordeadas por una espesa hierba llegamos a una pared diferente a todas las demás, era de ladrillos cuasirojos y una reja era la que permitía el acceso a la villa. Le llaman asi (creo) porque hay varias cabañas, era un lugar separado de todas las casas que había alrededor y cada cabaña estaba separada una de otra, pude ver que en algunas había zapatos afuera, lo que me daba la impresión de que esas ya estaban ocupadas. Me mostraron mi cabaña y me enseñaron como usar el agua caliente y otros detalles, no entrar con zapatos y mantener siempre la puerta cerrada para que no entraran los mosquitos. 





Decidí descansar unos minutos ya que prácticamente llevaba en movimiento desde que había salido de Da Nang, había llegado a Hanoi y ahora estaba en este pequeño pueblo. No recuerdo qué hora era pero si que tenía hambre, decidí salir a buscar algo de comer. Cuando iba saliendo la señora me dice que puedo tomar una bici, eso me pareció fantástico, acostumbrado a andar en bici en mi ciudad hacerlo en Vietnam era espectacular. Sin ver por dónde había salido a la carretera principal (cosa de la cual después me iba a arrepentir) fui buscando un restaurante donde pudiera comer algo, no tarde en encontrar un lugar que no era para nada llamativo ni mucho menos pero el hambre era mayor, pedí el típico Pho, estaba delicioso, el caldo y la carne eran muy buenos, tenían un sabor muy sabroso y el limón junto con el cilantro hacían que se intensificaran los sabores, realmente estaba muy rica esa comida. El señor que me había atendido había hecho lo mejor por que nos entendiéramos y se veía feliz de que me había gustado la comida. 





Salí de ahí pensando que tenía que regresar algún día. Tomé la bicicleta y me dispuse a conocer el pueblo, entraba por las calles y los niños que me veían me decían adiós, se veían particularmente contentos cuando les contestaba, algunos de ellos incluso me detenían y preguntaban cosas, intentaban hacerlo en inglés, pero a diferencia de Ho Chi Minh donde muchos niños me habían hecho preguntas en inglés estos no dominaban tanto el idioma. La carretera me llevó a un lago muy grande que había visto en mi llegada, había una carretera que bordeaba el lago, asi que decidí tomarla, en mi mano izquierda tenía el lago y en mi derecha una pared muy alta que parecía interminable, más adelante vi que en medio del lago había una torre, era como un templo, me detuve varias veces para tomar fotos y admirar el paisaje, en ese momento empezó a oscurecer, decidí seguir un poco más. 





Unos cuantos cientos de metros más adelante vi que había una entrada en esa pared que parecía no tener fin, la puerta era enorme y estaba adornada con inscripciones que no podía entender, me asomé y vi varias construcciones religiosas, era, según me dijeron más tarde, el complejo religioso más grande de Vietnam. Me intrigaba lo que pasaba ahí dentro, era algo muy extraño comparado con la tranquilidad y solitud del pueblo, como dos cosas muy diferentes pasando en el mismo lugar. Si había personas en ese lugar (y si que las había) porqué no las había visto? Es que hay otra parte del pueblo donde estaba todo el mundo y yo todavía no lo sabía? Cómo se entraba ahí? Todas estas preguntas encontrarían respuesta al día siguiente, por ahora tenía que regresar, se estaba oscureciendo y el pueblo no contaba con luz mercurial en algunas partes. En mi camino de regresó pasé por el restaurante donde había comido, luego una tiendita, que ya había visto y donde compré una cerveza y unas papitas (no tenía hambre pero quería botanear antes de irme a dormir) y luego me interné en esa calle que creía yo que era la que daba a la villa. 





De las calles que no cuentan con luz mercurial ésta es una de ellas, tuve que prender la lámpara del celular porque no veía absolutamente nada y tenia miedo de caerme en un pozo o algo asi, yo iba en la bici, traía una bolsa con mi botana y en una mano el celular apuntando hacia adelante, recorrí toda la calle para de repente otra vez encontrar la carretera principal, hay me di cuenta de que estaba perdido (para efectos dramáticos), tomé el celular y puse el mapa, oh oh!, no tenia internet!, volví sobre mis pasos, y regresé de nuevo hasta la tienda, tenía queintentarlo de nuevo, estaba seguro que la calle que estaba tomando era la correcta, pero la villa no estaba ahí. Volví a entrar en la misma calle, pero esta vez no doblé en la primer entrecalle, ni en la segunda, sino hasta la tercera, yo no recordaba nada de lo que veía, no había puesto atención al salir y ahora lo estaba pagando, avancé sobre esa calle y oh sorpresa ahí estaba la villa! Aliviado y contento entre, dejé la bici en el cuarto donde la había tomado y me dirigí a mi cabaña, era hora de descansar. 





Abrí la cerveza para festejar que había logrado regresar y mientras comía unas papitas que sabían a calamar me puse organizar lo que haría al día siguiente. Estaba feliz, otra vez lo había logrado, había viajado más de mil kilómetros y ahora, en medio de la nada, me tocaba dormir en el silencio de la noche de un pueblo mágico.

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