Trang An, entre lagos y montañas.

 Un par de pájaros sobre el limonero hicieron que me despertara, rondaban las 7:00 AM, buena hora para empezar el día, rápidamente me bañé y fui al comedor donde el desayuno ya me esperaba, la señora que el día anterior me había recibido me trajo un plato con fruta, huevos, café y un pan, excelente para comenzar el día. Le pregunté que cómo me recomendaba conocer los alrededores y me dijo que podía hacer dos cosas, pero que iba a ser difícil que pudiera hacer dos en el mismo día, una era ir a Trang An que es una especie de rio-lago muy muy bonito y la otra opción era ir al complejo religioso, el lago estaba a 20 kilómetros, y la única forma de llegar era en bici, así que rápidamente tomé una de ellas y me dirigí hacia allá, en el camino pensé que si era suficientemente rápido podía visitar ambos lugares turísticos. 

Fueron muy padres esos 20 kilómetros, en el camino había arrozales y en algunos de ellos podía ver búfalos de agua, en algunos pantanos podía ver flores de loto y era como si se tratara de una metáfora, explicando cómo en medio de algo feo podía existir una flor hermosa, me detuve varias veces en los templos que encontraba en el camino. Por alguna razón, aun y que no traía internet, sabía dónde tenía que dar vuelta cuando la carretera se dividía en dos, era como si algo dentro de mí me guiara por el camino correcto.

Siempre quedaré maravillado por esas rocas gigantes que parecía habían caído del espacio y ahora se balanceaban en la tierra, o en algunos casos en medio de lagos, estructuras enormes  irguiéndose como gigantes en planicies que parecían no tener fin. 

De pronto me encontré atravesando montañas, literalmente, ya que había túneles que permitían pasar por debajo de ellas, lo que sin duda ahorraba tiempo a quien sea que pasara por ahí, delante de mi iba un señor en bicicleta, traía un sombrero vietnamita, apuré el paso para grabar, me parecía que era una escena de la vida típica de los habitantes de ese lugar, juntos atravesamos uno de esos túneles pero tuve que detenerme al ver un lago con muchas flores de loto que me invitaban a fotografiar la bella composición, todo eso enmarcado por las montañas que nacían directamente del agua.

Unos kilómetros más adelante por fin encontré el lugar a donde iba, un complejo turístico muy bien acondicionado, con una arquitectura vietnamita que incluía piedra, madera y lámparas como las que había visto en Hoi An, había tiendas de suvenires y restaurantes. Dejé la bici en un lugar especial para ellas y me dieron un ticket, no recuerdo si me cobraron, pero de haberlo hecho yo creo que pagué como $7 pesos. Fui a la taquilla para comprar mi entrada y me ofrecieron un descuento si compraba también la entrada al complejo religioso, en realidad no sabía si estaba ahorrando mucho o no pero lo que si es que de esta forma me iba a forzar a regresar al pueblo (otros 20 kilómetros) y conocer ese lugar que hasta ese momento había sido un misterio para mí.

Trang An es una atracción turística que consta de un paseo por un gran lago, al comprar la entrada tienes derecho a un paseo en bote por todo alrededor, normalmente toma dos horas, hay diferentes rutas, yo seleccioné la que tomaba más tiempo e iba  a más lugares. Hice fila para subirme a uno de ellos, me dieron un chaleco salvavidas y junto con una pareja de jóvenes Vietnamitas y una señora mayor, que sería la encargada de remar, nos adentramos en el lago de aguas semi turbias. La señora parecía tener mucha experiencia remando, y también mucha fuerza, según entiendo, aunque es un trabajo pesado ellos están contentos de hacerlo ya que de otra forma no tendrían cómo sobrevivir. Después de unos minutos de estar navegando por esas tranquilas aguas llegamos a una pequeña isla, la señora nos pidió que nos bajáramos y de alguna forma le entendí que teníamos 10 minutos para pasear por alrededor. 

Al llegar a esta pequeña isla noté que el clima estaba fresco, una ligera brisa movía las copas de los árboles y los pájaros que ahí habitaban revoloteaban alrededor, al centro se encontraba un templo Budista, y frente al templo una gran vasija que contenía las cenizas de miles de inciensos que durante años habían aromatizado el ambiente dándole ese toque ceremonioso. El olor del incienso, la brisa y el trinar de los pájaros mientras admiraba uno de los templos más bonitos que hasta ese entonces había visto han quedado plasmados por siempre en mi memoria, recodarlos me hace sentir una paz que me reconforta en los momentos de estrés que se viven en el día a día. Hay veces en los que puedes llegar a pensar que vivir ahí para siempre sería algo mágico.

Abandonamos la isla con un poco de tristeza ya que parecía ser un lugar mágico o perteneciente al mundo de los sueños. continuamos nuestra travesía mientras la señora nos contaba que en un lugar especifico se había filmado la película King Kong, ella parecía muy contenta al recordar este hecho y con lenguaje de señas y gritando "King Kong, King Kong" me señalaba a las montañas donde la película había tenido lugar.

Más adelante llegamos a una edificación muy bonita que se ubicaba en el centro del lago, los techos con esa forma característica y las montañas de fondo hacían que fuera el lugar perfecto para tomarse una foto imprescindible, en una de las tantas lanchas había un grupo de señoras que vestidas con los trajes típicos se turnaban para ponerse en el lugar perfecto para la toma más codiciada. Para mí, más que desear tomarme una foto perfecta prefería disfrutar del estar en el momento, saboreando cada instante que pasaba en ese tranquilo lago.

Continuamos nuestro camino, ahora era turno de atravesar una de esas inmensas montañas, por debajo! atravesamos una cueva que estaba iluminada con débiles focos y siempre con cuidado de no golpearnos la cabeza la señora nos iba alertando de alguna estalactita que salía en nuestro camino, el silencio dentro de la gruta, el leve golpe del agua en las orillas de la pequeña embarcación y la luz al final del túnel me hacía imaginar el mundo increíble que se estaba abriendo ante nosotros. Del otro lado inmensas montañas nos bordeaban, pájaros de colores aparecían y desaparecían entre ellas, yo quería imaginarme si alguien era capaz de poder escalar estas montañas que nacían del agua y parecían no tener forma de poder ser dominadas, algunas de ellas parecían ser increíbles monstros durmiendo eternamente, si ponías atención podías ver la cara de cada uno de ellos y parecían que seguían enojados con quien sea que haya sido el culpable de mantenerlos ahí por toda la eternidad.

Llegamos a otro templo, este era más grande que el primero, igual de bonito, en su interior estatuas de buda que parecen de oro y varias personas haciendo oración, encendiendo inciensos y reverencias mientras daban gracias o pedían por sus necesidades. Estuvimos ahí durante un rato, caminé por los alrededores y alcancé a ver algunos monjes que vivian ahí en la parte de atrás de dicho templo, también alcancé a notar que estaban edificando otro templo más grande en un costado, espero algún día poder visitar de nuevo ese lugar y poder descubrir cómo quedó.

Volvimos a la lancha, habían sido más de dos horas y ya era tiempo de regresar por donde habíamos partido, dentro de cada uno de nosotros nos despedimos de ese lugar entre las montañas, el agua y los templos, todo tan calmado, tan sereno. Y mientras veía por última vez esa montaña con cara de King Kong comencé a pensar en los 20 kilómetros que tenía que pedalear para llegar de nuevo a Nimh Binh...